Ya no siente miedo
Pasó la madrugada y ahora brilla el sol con un fulgor
diferente, los aromas se sienten dulces, florales. Las campanas de
la iglesia se dejan escuchar en el silencio de la tibia mañana su tañer ha
sonado ocho veces, se despereza como queriendo tocar el cielo con las manos hasta
humedecerlas de nubes blancas como espuma, es un raro placer el que experimenta
al repasar los sueños, acopio de fantasías extravagantes, como fragmentos de un flim' imágenes ligeras que pasan por su mente delirante en una noche en
compañía los fantasmas espiando su desnudez y la de su amante participando de
caricias sutiles en el castillo vicioso. Recurrentes sueños con habitantes
invisibles activos en los ritos amorosos saboreando sus gemidos alimentados con
el éxtasis. Ya no siente miedo, abre las cortinas de brocato estampado en
paisajes oscuro para que entren los rayos de sol energizantes, que la renueven.
Esta noche se programará para nuevos sueños, pues ya no siente la adrenalina
del temor que el amante en complicidad con los impalpables amigos le producían,
eso le ha quitado el sabor a los encuentros sutiles. Desea soñar con hadas,
silfos y elementales que le dejen algo más que excitación al despertar, que ríos
caudalosos de agua fresca le muestren sus profundidades oscuras, que pueda
filtrar sus arcillas para crear esfinges con sonrisa amplia con sus manos ansiosas
moldear lo que fue y no regresó confundiendo la expresión, algo le duele en su
corazón sensible quiere identificarlo, las máscaras ya no asustan ni atraen, la
transparencia del agua limpia y purifica los afanes y por un momento se esfuman
las fantasías, lo real se vuelve pesado fuerte tangible, agonizan las
ceremonias de sus sueños eróticos, la pasión toma forma real palpable en su
amanecer mientras elabora nuevas libélulas sin mutilaciones y las escamas
doradas de las sirenas se reparan cobrando mayor brillo en sus coletazos marinos
que buscan de los secretos y misterios de capitanes agobiados de pasiones
desabridas sin polizontes ni tormentas de viento zonda que sacudan las
embarcaciones corroídas. Ya no siente miedo, aunque la sal reseque la piel, las
alas, tal vez la lluvia la deslice, la disuelva y las abejas chillonas le
ofrezcan su miel pegajosa para lamer mientras amaina la tormenta cruel, esperará
sin miedo.
Beatriz Graciela Moyano
07-11-2011
Rosario. Santa Fe
Argentina
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