Estudio de un ángel, de Alexandre Cabanel, para el cuadro "El paraíso perdido"
VIVIR, PARA PODER MORIR
Tiró la frase así, sencillamente, como si dijera…hoy es martes, pero dijo “hay que vivir, para poder morir” y me miró a los ojos conectando ese pensamiento, dejándome ese sentir batiendo las alas para que fluyan las palabras.
Vivir, para poder morir,
dijo el muchacho de mirar profundo, ese que un día tomó los riesgos de sentir
las vibraciones agitadas de su corazón, el mismo que dejó caer algunas piedras
que lastimaron sus pasos con huellas indelebles bajo los pies, para no olvidar.
Equivocó el sendero una noche lluviosa, se sintió perdido en la bruma otra
noche con pocas estrellas y sin luna, asistió a su propio derrumbe con los ojos
llenos de colores y se durmió quién sabe donde. Pero la rubia sonrisa del
embeleso, lo cegó con un regalo de luz que no esperaba. Ella fue más
embriagadora que la espuma en el cristal helado que bebió de un sorbo. Y lo
volvió a mirar con sus ojos de cielo, el regalo fue demasiado tentador, era la
misma vida prolongada, con la magia y esos mismos ojos, entonces con las alas
del amor se desplegó a la nueva aventura de vivir, sin esas cadenas arrastradas
por las orillas de la nada, el brillo de su mirada dice que muchas veces sintió
dolor…y volvió a sonreír. Había que romper con todas aquellas antiguas
cristalizaciones, dejar que el humo se expanda en el aire transmutador y
conectar la emoción con espíritu, se tornó querible, querido y está aquí, entre
los suyos y los nuestros, ofreciendo la sinfonía de su alma entre sonrisas y
burbujas. Quiere, sabe, dijo… Hay que vivir, para poder morir.
Beatriz Graciela Moyano
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