LEYENDA DE UN DAÑO
En el solsticio de un verano, fue que escuchó el llamado a retiro, una pausa en el sol quieto de aparente lejanía, en un cielo de nubes ondulantes y dispersas, ese tiempo destinado a permanecer sostenido, hueco de ímpetu, colgado de una liana en balanceo lento y suave, adormecido. Insustancial depresión en bocanadas de humo blanco y azar ficticio, mientras las hojas del libro de los sueños volaban junto a la de los árboles que la rodeaban, cubriendo el cuerpo desprovisto de piel, insensibilizado. Se fue alejando, ajando y derritiendo como cera al sol. Una mañana linda, de sol radiante y renovadas esperanzas, quiso levantarse a correr los sustantivos y perseguir los verbos por los rincones para renacer una vez más, pero por infortunio abrió el libro azul de los extraviados y leyó el poema con la imagen del escarnio que la pintaba, sorprendida, corrió allí junto al espejo, se enfrentó a él y tristemente vio las huellas, el daño en el rostro y recordó el virus lejano, casi olvidado que cambió la sonrisa, tachó la singular expresión, dibujando la mueca inusitada. Un río de sal volvió a brotar... y sin poder abofetear al tiempo y la distancia, marcó los cinco dedos de su mano en la apariencia errónea de los años.
Beatriz Graciela Moyano
Abril 2014-
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