BLOG DE BEATRIZ GRACIELA MOYANO "Bienvenidos a mi nuevo desván"

UN BLOG DE BEATRIZ GRACIELA MOYANO
"BIENVENIDOS A MI NUEVO DESVÁN"
A todo aquel visitante de éste mi nuevo desván les
doy la bienvenida, un nuevo refugio a la nostalgia,
siempre en la búsqueda de oscuridades lumínicas
que me habitan y se escabullen de mi propio Yo.
Lugar donde pretendo volcar fragancias y colores en el cántaro de sentipiensos.

miércoles, 3 de octubre de 2012

ACONTECERES






ACONTECERES

A pesar de cumplirse el tiempo en que las frutas maduran y asumen esa textura tierna de colores brillantes y jugos sabrosos, también las flores se abren a la luz del sol mostrando sus coloridos atrayentes, la primavera no parece enterarse del feliz acontecimiento, se ha quedado prendida a las incesantes lluvias y algunas mañanas heladas que dejan las imágenes estáticas, sonríe con sonora burla el rey de la oscuridad que desea los grises para ocultarse en sus sombras, la luna cómplice de las promesas de playa mira de soslayo guardando las promesas de arenas volátiles, entonces las manos de la doncella se quedan vacías, vacías de avíos, para compartir locuras entre candelabros de bronce recién lustrados y velas azules chorreadas, la llama ya no enciende y no habrá después en el amor que bostezó su sueño aburrido de espera, aunque regrese para revivir aquellas promesas, las frutas se hicieron pasas agrias, han perdido su miel y las flores marchitaron sin ser cortadas para la mesa en que se enfrió el té servido. Porque ese día que lo esperó perfumada para esa cita que jamás tuvieron ella escuchó el canto de una calandria a las cuatro de la tarde y supo que ese trino hablaba de presagios, sintió también que el reloj de péndulo detuvo su cadencia en la pared aún tibia de amor que ya no espera, junto a la chimenea candente de las ilusiones, marchitas como las flores de una primavera de olvidos. Tiempo atrás gustaba de sus silentes sermones, del rezongo adulto, padre, para llamarla a la realidad, cuando la adolescente desplazaba a la mujer de sonrisa aparente y tenue, de seria doncella y no le importaba, lo seguía besando, amando y contando sus lunares de la espalda, hasta quedarse dormida sobre su pecho, donde anidó en silencio y se bebió de un sorbo cada sonido y color del paisaje que nunca miraron amanecidos, volvió a echarle su tibio aliento y lustró luego con su vestido las dos palabras dulces y salvajes talladas en el bronce, que fueron su tortura.

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