LA VELA
Tenuemente ilumina, la vela temblorosa, apenas deja ver apuntes de frases y estrofas indecisas, abandonadas. Su vestidura está escurrida en lágrimas de cera decorando su escasa luz amarillenta. Un ventanal la dibuja en la noche, entre luciérnagas tímidas y constelaciones confusas. Cálida llama encendida, vela los sueños hundidos donde se refugian y duermen los del olvido, sin memoria reciente, con sus risas atadas a las conjeturas erróneas de los soberbios, como última humorada que recuerde. Algo se consume en la noche estrellada, esa vela se diluye perpleja titubeante por compartir los sueños densos y enredados, entre caracoles y magnolias blancas, entre risas y nubes de llanto, entre repaso de inútiles quimeras y la bruma de parques con manos apretadas a cada historia, se estremeció su llama con la lágrima roja de un adiós. Ya concluye la noche, se apagan las estrellas con el primer rayo de sol que asoma dorado por el Este, en el horizonte del ancho río que bordeó los sueños esparcidos de las almas que nunca duermen. No habrá más nada que alumbrar.
Beatriz Graciela Moyano
Octubre 2014
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