FIN DE OTOÑO Y FLOR DE NARANJO
Termina un otoño de ocres dorados enmohecidos. Con la humedad que conservan las capas de hojas inmóviles por las lluvias, lloviznas y rocío, sin sol en este Rosario que se ha vuelto plegaria. En estos años de pérdidas y adioses de los que se fueron a acariciar el cosmos, de los que huyeron del barrio y de esas tardes que pasaban lindas entre risas y chimentos, el humo de cigarrillos rubios avergonzados formando nueves hasta que el viento liberaba su aliento, un programa para sábado, una salida divertida al “Bar Rojo” tal vez donde los gentiles travestis y homosexuales nos invitaban a pasar unas horas de humor y olvido con ese disfraz que esconde apenas la sufrida discriminación. Terror de las horas suspicaces, comienzan a temer reticentes que nada es verdad, que ya se esfumó la brisa de bonanza, que ya no es caricia, es condena al oscuro lugar donde habitan los absurdos. Eludiendo los controles, en fuga al escuchar las risas, verlos soñar, otros sueños, los sueños de otros... aterra, turba la razón. Azorada busco los nombres en los rincones del delirio no están, no… se han ido de nuestras vidas y es el desánimo de los versos que se oxidan, aturdidos versos en herrumbres de olvido, que no escribiré hasta pasado el invierno, cuando las nieves ya no sean eternas y el sol se digne a quemar la piel de los años. Entonces, solo entonces se harán recuerdo quizás, cansada de espera perseverante y de razones. Hay una música festiva a veces que disfraza las horas, camuflando la tristeza, oculta y pequeñita como una de las flores del naranjo, el azahar…
Beatriz Graciela Moyano
Junio-2013
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